Un bombón llamado Valencia

Recientemente se ha publicado el interés que el alcalde de Madrid tiene para que Valencia – el País Valencià- sea una prolongación de Madrid, y que tal territorio se convierta en una zona de expansión y divertimiento de la capital del estado reiterándose con ello una intención manifestada desde antiguo con muestras tan evidentes como la rápida consecución de la comunicación ferroviaria que pone las playas, el clima y el nivel de vida del mítico “levante feliz” al alcance de los madrileños en tan solo hora y media, lo que contrasta con la escandalosa política de ralentizar, haciéndola imposible de facto (25 años de retraso), la útil, necesaria y rápida comunicación entre dos potentes territorios mediterráneos: Catalunya y País Valencià.

Y es explicable la actitud de control expansivo – “Valencia, playa de Madrid”- manifestada por la actual presidenta Diaz Ayuso, al igual que lo ha sido siempre (¿por qué negarlo?) tan irreprimible objetivo, mediante la realidad de una identidad idiomática e histórica, manifiestamente mantenida por Barcelona: els Països Catalans. Valencia  es un bocado muy atractivo desde siempre y que se vería fortalecido por el tercer elemento territorial, las Baleares, con similares caracteres geográficos, históricos y culturales.

 La Presidenta de Madrid, con su irreprimible lengua de mujer bravía, lo ha dejado claro, muy claro: Valencia, el mítico espacio mediterráneo -el “Levante feliz”- de buen clima, alegre, festero y económicamente dinámico es el territorio ideal para el descanso y expansión del Poniente peninsular. Es por ello que la derecha centralista hoy en el poder se afana, como hacía un tiempo no ocurría, en aniquilar las señas de identidad valencianas. Obsérvese el desmedido interés de su nuevo gobierno en destruir su cultura, especialmente el idioma, desterrando cualquier signo o práctica para su normalización o simple supervivencia tratando a su lengua como algo anecdótico, inferior, y de molesta existencia que la izquierda durante unos años en el relativo poder constitucional de la Generalitat de Ximo Puig tímida y acomplejadamente decía cumplir con su deber estatutario de preservación.

Un plan aniquilador que no es nuevo, y así al puesto en práctica tras el advenimiento borbónico en 1707, iniciador de la destrucción de los signos de identidad de los valencianos, habría de añadirse la progresiva castellanización mediante la incorporación de territorios ajenos a un país que en el siglo XIII echó a andar con instituciones y alma (lengua y cultura) propias y diferenciadas. Es indicativo de tal afán la incorporación de territorios ajenos, especialmente durante el siglo XIX, todos ellos de lengua y cultura diferentes a la propia valenciana: Villena (1836), Requena y Utiel (1851)… política continuadora de la colonización murciana de Oriola en el siglo XVIII impuesta por el cardenal Belluga.

Hoy, aunque el objetivo desnaturalizador permanece, la estrategia es otra, y no solo mediante el paulatino aniquilamiento de la lengua como principal signo diferenciador sino, con un absoluto descaro, tratando al País Valencià como un territorio anexo para el esparcimiento madrileño, un barrio marítimo o un suburbio de la capital situado al final de unas autovías y líneas de ferrocarril a hora y media de la capital “del Reino”. Tal aspiración moderna no es de ahora sino que dicho proyecto de multiuso subsidiario se remonta a 2008, aunque hoy se muestra con mas fuerza, y así en una cumbre entre  miembros de ambos gobiernos Diaz Ayuso ha manifestado que “el puerto de Madrid es el de Valencia”. Pero ya tan claro objetivo se había apuntado en 2004 mediante un   encuentro entre Camps, Esperanza Aguirre y Jaume Matas. El acuerdo conllevaba que la personalidad de Valencia ha de ser tan solo folklórica, y a ello se encamina la manifestación ruidosa de hace unos días en la Capital del Reino.

Un territorio luminoso, de agradable temperatura, probado atractivo, a tan solo algo mas de hora y media de Madrid y con una burguesía manejable, la misma que ya se sometió  al vencedor borbónico, es hoy mas apetecible que nunca, y esa es la motivación actual.

¿Nos explicamos ya los 25 años de retraso en la construcción del “corredor mediterráneo” que conectaría al País Valencià con Catalunya haciendo realidad el sueño/previsión de ser esa costa junto con las Baleares la zona mas prospera, por atractiva, del Mediterráneo?. Algo inadmisible  para el supremacismo centralista.

La mascletá  del otro día en el madrileño rio Manzanares es el disparo de salida para conseguir el objetivo supremo de desnaturalizar al País Valencià y alcanzar el viejo sueño centralista. No lo olvidemos.     E.

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