REPRESIÓN FRANQUISTA EN CASTELLÓ: comunistas y carlistas contra la dictadura

 

El historiador Josep Miralles publica ‘Els anys que vam viure perillosament. Cròniques de lluites i repressió al nord valencià (1938-1981)’, editado por la Universitat Jaume I de Castelló

(Extracto de la información  de Lucas Marco aparecida en elDiario.es)

La represión franquista en Castelló dejó en la posguerra a 10.000 republicanos juzgados, la mitad condenados a prisión, aproximadamente 1.200 muertos entre asesinatos, ejecuciones y fallecimientos en prisión. Además de 9.000 expedientes de responsabilidades políticas y un millar de procesos de depuración de maestros. Es el balance que hace el historiador Josep Miralles Climent (Castelló, 1951) en Els anys que vam viure perillosament. Cròniques de lluites i repressió al nord valencià (1938-1981), editado por la Universitat Jaume I.

“Me he basado en la historia oral y en la documentación que he podido encontrar en los archivos”, explica a elDiario.es el autor, que ha trazado la trayectoria de las diversas luchas antifranquistas desde la inmediata posguerra hasta la Transición.

La obra repasa los primeros focos de resistencia del maquis en el interior de Castelló, así como el despliegue represivo de la Guardia Civil para dar caza a los partisanos, mayoritariamente controlados por el Partido Comunista, aunque también participaban activistas locales vinculados al movimiento anarquista. “La represión fue muy fuerte”, asegura el historiador, que ha podido localizar varios informes del Servicio de Información de la Guardia Civil.

El libro repasa singularmente le papel del carlismo en la oposición antifranquista. “Es un tema bastante desconocido”, abunda Josep Miralles, quien recuerda que en las filas del franquismo la primera y única oposición surgió de las filas carlistas que se oponían a la dictadura militar y apostaban por la monarquía tradicional. La represión hacia los carlistas, en comparación con la izquierda que sobrevivió a la Guerra Civil, “fue de muchísima menor intensidad porque el régimen no podía reprimir tanto a gente de los suyos”.

Entre 1936 y 1955, una decena de militantes carlistas fueron fusilados en España, siete murieron en “atentados falangistas o policiales”, además de nueve tentativas frustradas, y hubo 604 detenciones y secuestros. También nueve procesamientos y consejos de guerra, 234 encarcelados, 31 desterrados “e infinidad de casos de torturas, maltratos, multas, prohibiciones, cierres de locales y prensa, ilegalizaciones y represión de manifestaciones”, escribe el historiador.

En Castellón, ya en enero de 1939, un grupo falangista asaltó, pistola en mano, un local carlista destrozando el mobiliario y la documentación. Meses después se produjo un enfrentamiento entre carlistas y militares en Vila-real y Morella. Fue el inicio de un goteo de sanciones y detenciones que “intentaban socavar la moral carlista y también dividirlos”.

Las conmemoraciones de tipo religioso que organizaban se convertían en actos políticos por los que eran multados por el gobernador civil. “Varios fueron desterrados de sus localidades”, explica el autor, quien recuerda que “son hechos, al menos para el gran público, bastante desconocidos”. Aunque también puntualiza que la represión hacia las filas del carlismo “no tiene nada que ver con la cantidad de ejecuciones, años de prisión y torturas que sufrieron los militantes de izquierda que perdieron la guerra”.

Alianzas entre carlistas y comunistas

El libro también abarca las primeras alianzas entre los carlistas y los comunistas en las luchas sindicales clandestinas incluso antes de la década de 1960 para impulsar las Comisiones Obreras en el marco del resurgimiento de la oposición democrática. Además de otras formaciones más residuales, en Castelló, “el carlismo y el Partido Comunista fueron los únicos partidos que a lo largo del franquismo mantuvieron una oposición al régimen desde la izquierda y desde la derecha”, asegura Miralles.

La obra también repasa las primeras huelgas en fábricas castellonenses (la primera después de la Guerra Civil, en 1959, en la fábrica Segarra de la Vall d’Uixó), así como el incipiente movimiento valencianista. También abarca los nuevos movimientos vecinales o feministas surgidos al calor del tardofranquismo y de la Transición. “Muerto Franco, la represión de las luchas continuó hasta después de la Constitución Española”, sostiene el historiador.

El autor, multado por el gobernador civil en dos ocasiones y encarcelado en 1973, 1976 y 1977, ha incluido numerosos nombres de personas en un amplio índice onomástico de la oposición antifranquista de Castelló que se jugaron el pellejo. “Quiero dejar constancia de los nombres de las personas que se comprometieron arriesgando su seguridad”, remarca Miralles.

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