Al margen de los enfrentamientos que sin respeto alguno y en tono y expresiones mas propios de patio de vecindad como las dichas en la reciente sesión de nuestro parlamento “regional”, es de destacar el fondo de tan vergonzoso espectáculo. Siempre se han producido en el parlamentarismo situaciones bochornosas, pero en les Corts Valencianes jamás han sido de calidad tan ruin y no solo por su contenido sino también, y de manera destacable, por la forma de tales ataques. Puede, o es seguro, que la hoy ya total entrega del PP territorial al mandato del posfranquismo con la carga que ello comporta haya insuflado una seguridad y fortaleza a la derecha hoy dominante en la regiduría (perdón por el término, pero es el mas adecuado para el burdo totalitarismo en el actual impresentable gobierno de la “comunidad”) de su cada día mas impresentable gobernanza, y ello con uso aplastante del castellano porque incluso el jefe de la “oposición” socialista lo hacía con total perfección sin concesión alguna a la otra lengua oficial (el minorizado y despreciado “valencià”) cuyo uso o simple balbuceo era ignorado por alguien que, según su representación de jefe del principal partido de la oposición, se merecía que tal personaje hubiese tenido la gentileza de aprenderlo mínimamente y articular algunos balbuceos en el idioma dels Furs fundacionales del Regne y hasta del actual Estatut de la “comunitat”.
Pero seamos -una vez mas- benevolentes y acerquémonos a la realidad de una lengua cuyo desprecio y desuso implícito se inició ya en el siglo XV y se oficializó en el XVIII con los borbones en un declive que no ha cesado hasta nuestros días mediante un incremento acelerado por el imperio absoluto de los medios de difusión que potencian el idioma dominante hoy cada vez mas utilizado por unos partidos que cada día disimulan menos el objetivo final de su política no ya solo centralista sino fortalecedora e impulsora de su permanente meta: aniquilar los restos lingüisticos de una cultura identificadores de una nacionalidad, política que cada día con mayor nitidez practican para lograr, al menos en cuanto al País Valencià, su deseado objetivo final: que este territorio sea, si acaso, una simple área vacacional, de entretenimiento y descanso para los habitantes al menos de Madrid, o sea algo muy similar al destino soñado por Trump respecto a Gaza, y es por ello que obstaculizan cualquier proyecto que lo dificulte: véase el “corredor mediterráneo” en aparente construcción desde hace mas de 20 años y aún sin claro final.
Es el idioma, la lengua, el obstáculo que provoca la reflexión de que el valenciano es un pueblo diferenciado y que, piensan, en unión de otros -dos al menos- puede impedir la materialización del objetivo expuesto. Aniquilar esa ultima frontera es el objetivo prioritario y ello por el medio que sea. Lo hemos visto no hace mucho con la política del “conseller” Barrera, antiguo torero dotado de fondos por la Generalitat que destinaba a fomentar escuelas taurinas ¡en Madrid!, y lo seguimos comprobando con su actual sucesor que seguro de la supremacía del castellano convocó y celebró un símil de “referéndum prospectivo” respecto al valenciano en la seguridad de victoria aplastante para la enseñanza del idioma oficial del estado, pero con resultado decepcionante para su intento.
Ya se sabe que en todos los países, en cualquier sistema político y mediante alternancia pacifica o armada, las diferentes culturas, partidos y tendencias están en continua pugna por alcanzar el poder, esperemos que para el pueblo, para el País Valencià, no se llegue demasiado tarde y se logre impedir. De todos nosotros en buena medida depende.
Evaristo Olcina militante del PCV