Fueros de los valencianos

Se trata de una vieja y repetida historia: desde Catalunya y no desde el País Valencià ni por sus partidos ni por los poderes facticos valencianos se ha reclamado oficialmente la restitución de los Furs de València, del Derecho Civil valenciano, lo que sí ha hecho el diputado de Esquerra Gabriel Rufián  y con ello se nos recuerda que los valencianos tuvimos unas libertades nacionales que nos fueron arrebatadas en 1707 tras la batalla de Almansa. siendo los valencianos la mayor víctima del primer borbón con un ensañamiento muy superior al sufrido por los otros territorios de la antigua confederal Corona de Aragón. Con tal reclamación por un no valenciano no concernido directamente queda acreditada la desvaída y solo aparente conciencia nacional no solo de los dirigentes sino de los ciudadanos de un territorio, el nuestro, que durante siglos disfrutó de un régimen, el foral, de los más avanzados y progresivos de toda la plural y frágil arquitectura institucional que en los siglos siguientes oficialmente se denominaría las Españas.

Els Furs, otorgados por el rey Jaume I nada más completarse la conquista de todo el territorio y que con el transcurso de tiempo llegaron a ser 1500 normas sobre cualquier tema relacionado con el Derecho, se mantuvieron vigentes, con plena efectividad práctica mediante una base muy sólida constituida por la incorporación con fidelidad de los usos y costumbres de los habitantes del territorio, una fidelidad que se consolidaría definitivamente cuando en 1261 Jaume I mandó que se tradujeran del latín de su inicial redacción a la lengua del pueblo, la que habían traído sus nuevos habitantes, y los juró ante las Cortes del nuevo país. Es difícil encontrar una figura histórica de la calidad humana de aquel rey, un hombre que en su testamento (20 de Julio de 1276) pedía así a quienes generación tras generación le sucedieran en el gobierno del territorio: “Ameu i protegiu totes les persones i el poble… Feu regnar la justicia i vetleu perquè els grans no oprimisquen els menuts”. (Amat y proteged a todas las personas y al pueblo… Haced reinar la justicia y velad para que los grandes no opriman a los pequeños)

 Unos Furs que en su vigencia y aplicación estarían sólidamente constituidos por las normas utilizadas desde el siglo XIII al XVIII, en buena parte elaboradas por el propio pueblo según su propia experiencia y que acogían todos los usos referidos a herencias, donaciones, matrimonio, compras y ventas, ferias y mercados, alquileres, prestamos… así como a los actos delictivos y sus penas. De ahí, de su autenticidad basada en la sabiduría y la práctica populares, se derivaría el arraigo y fuerza de su vigencia y plena aceptación multisecular.  Hoy de tan sólido edificio prácticamente solo queda el Tribunal de les Aigües y algunos usos que escaparon del criminal afán aniquilador de 1707 practicado por el primer borbón, personaje que iniciaría una nefasta saga dinástica con muy escasas excepciones.

La tragedia del autogobierno valenciano continuó con una muestra tan evidente como fue el paralelo desistimiento nacional de la aristocracia del país al objeto de mantener su privilegiado status de clase, lo que daría origen a una burguesía de acatamiento subsidiario y servil al centralismo estatal, enfrentada a la resistencia popular a perder sus raíces, sus signos de identidad, su nacionalidad en definitiva, originándose un proceso -los resultados los estamos viendo-  que ha llevado a la pérdida progresiva de la principal y más definitoria muestra diferenciadora, la lengua, con lo que ello comporta de implícita sumisión al poder central con imparable proceso de anulación del propio ser  nacional. En lo que hoy oficialmente se denomina “Comunidad Valenciana” (ni País ni el inicial e histórico de Reino: comunidad, ¿cómo una ínfima asociación de vecinos?) los poderes facticos del Estado mantienen su indisimulada estrategia de anulación de la diferencia que directamente concretan en la lengua como más visible signo identitario y de ahí vemos el renovado interés que la derecha sumisa y el totalitarismo rampante desarrollan para anular “el valenciano”, dialecto del catalán (sí, dialecto de su lengua madre, consúltese lo que la nada sospechosa Real Academia Española concreta al respecto en su Diccionario oficial) en una inequívoca muestra de prevención ante un más libre Este peninsular con concentración de riqueza.

La restauración del ser valenciano es difícil, y en pocas ocasiones se ha intentado con seriedad, eficacia y continuidad. Todo ha quedado en actos y declaraciones más simbólicos y precarios que efectivos, así la restauración carlista de la Diputació General, con President asesinado por el ejército de represión y ocupación centralista en la 3ª guerra, o incluso la significativa y simbólica anécdota de una emisión de sellos postales propios y exclusivos valencianos con circulación efectiva en los territorios controlados por los carlistas en igual tiempo. Habría que esperar a 1978 para el nombramiento, precario y con fallidos intentos de autogobierno, de un provisional President, el socialista Josep Lluis Albiñana que pretendió la restauración de la Generalitat mediante un acelerado ensayo anulado por una rampante derecha posfranquista y una izquierda dividida y sin claros objetivos “nacionales”. El resto, sus sucesores (Lerma, Zaplana, Olivas, Camps, Fabra y Puig) acreditan mediante su actuación ser simples gestores delegados del omnipresente poder central -algunos, incluso, hasta con personal situación comprometida ante los tribunales- y con ello han mantenido una imparable sumisión hasta llegar al extremo del  actual mero sucursalista de la derecha hoy en el poder, al servicio de un centralismo destructor claramente antivalenciano cada vez más aniquilador respecto a la identidad y hasta legislación propias lo que ha obligado incluso a que colegial y oficialmente los Registradores valencianos elevaran su protesta pidiendo que al igual que otros territorios del estado Valencia pudiera disponer de un derecho civil propio frente a las prohibiciones en tal sentido establecidas en sucesivas resoluciones (1992, 2016. 2018…) por el Tribunal Constitucional, así concretamente la de 2016 argumentó que tres leyes valencianas basadas en la costumbre y usos valencianos no cumplían la Constitución, confirmando nuevamente que la elaboración y aplicación de un Derecho Civil propio están vedadas a los valencianos. Nada nuevo.

 Para concluir reproduzcamos el lamento nada profético sino simplemente testimonial del nacionalista valenciano Vicent Boix que ya en 1855 denunciaba en su libro sobre los Fueros de Valencia:

Leyes, costumbres, tradiciones, dignidad, independencia; todo ha desaparecido en el fondo de esa laguna, llamada centralización; en ella se ha confundido todo; y se va devorando silenciosamente la vida nacional.

                                                                                                                                                                                                                                                E.O.

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