Extracto del documento «Violencia y Globalización» elaborado autogestionadamente por el Partido Carlista de Madrid, con aportaciones del Partido Carlista de Aragón, Euskal Herriko Karlista Alderdia-E.K.A. de Gipuzkoa y Partit Carlista del País del País Valencià.
-La Violencia en el mundo laboral-
La intimidación y el acoso a los trabajadores por parte de las empresas con el fin de que los trabajadores no exijan el cumplimiento de la Ley ni planteen legítimas mejoras de su situación constituyen sin duda formas de violencia puesto que con ella se intentan atemorizar, coaccionar y violar los derechos de las personas. Medítese sobre ese conocido ejemplo de la presión de la empresa sobre los trabajadores a fin de obtener unos mejores resultados económicos a costa exclusivamente del asalariado, exigiendo urgencia en los trabajos, aumentando horas en su jornada laboral, ahorrando en seguridad y sindo laxos en la vigilancia de las medidas de preacución para así mantener en muchos casos una mano de obra irregular y por ello barata, todo ello con el consabido resultado de accidentes y muertes, lo que en determinado casos constituye terrorismo laboral, aunque quienes practican tales usos raramente son acusados y condenados por lo tribunales.
¿Acaso no es igualmente una forma de violencia la práctica del contrato temporal que bajo cobertura legal somete a la libre disponibilidad de las empresas la actividad laboral de los trabajadores, con toda la terrible situación de inseguridad e inestabilidad emocional y psíquica que ello lleva consigo?
Tales situaciones de dependencia absoluta del trabajador respecto a la empresa, con la subsiguiente práctica de abuso y violencia contra los asalariados, es calificable en muchas ocasiones de esclavismo de hecho. Como también lo es el más reciente fenómeno de la masiva inmogración, generalmente clandestina y con un incierto futuro tan inhumano, o mayor incluso, que el padecido por los trabajadores del país al que se ven arrastrados para conseguir una existencia más digna; unos seres humanos ignorantes por premeditada desinformación sobre la normativa de integración en el país de destino, víctimas de mafias para su introducción clandestina y sometidos posteriormente a mayores abusos por contratantes con sueldos de miseria y condiciones de vida infrahumanas. Una forma más, tal vez la más flagrante, de violencia laboral.
Solo un completo control popular respecto a la práctica laboral en los medios de producción mediante la implantanción de un Socialismo de Autogestión total puede combatir eficazmente esa violencia extrema con la intervención efectiva en los medios de producción, y promoviendo y aplicando una legislación que persiga y condene eficazmente a los responsables.
Pero hemos de incluir también la que vamos a denominar violencia contra la convivencia que incluimos en la existente en el mundo del trabajo al ser objeto primario de la misma, e involuntarios generadores, quienes, para salir de situaciones en muchos casos inhumanas, llegan a nuestro territorio en buca de una vida digna. Una violencia provocada por la inexistencia de una política efectiva de inmigración por parte de los poderes públicos (la ya mencionada carencia de información insuficiente en los países de origen, nulo control en cuanto a graduación de necesidad de puestos de trabajo e imprevisión en cuanto a las infraestructuras de acogida).
Para paliar, siempre en precario, el caos originado por tales carencias, la Administración desarrolla una política en buena parte fruto de la improvisación, absolutamente errática y compuesta de desproporcionadas exigencias a quienes vienen y han de someterse a cualquier incoherencia administrativa agravadores de su situación de angustiosa provisionalidad y que se pretenden atenuar con paternalismos de dispensa o atenuación de otras obligaciones exigidas al resto de la ciudadanía que al no discernir, esta misma ciudadanía, entre solidaridad y discriminación positiva, la convierte para muchos en un agravio comparativo al considerar que existe trato de favor en cuestiones tan esenciales como pueden ser escuelas, viviendas, servicios sociales, créditos, ayudas económicas, etc. en ocasiones vedadas o difíciles de alcanzar por la comunidad receptora, en especial por las generaciones más jóvenes, y en una simplista interpretación cre día a día en éstas un evidente resentimiento, no ya solo contra los poderes públicos, si no más directa y peligrosamente contra los beneficiarios de tal discriminación activa, los inmigrantes, que a su indeseada situación de desarraigo e inestabilidad en todos los sentidos han de añadir la perceptible hostilidad de la comunidad de acogida.
Son, en definitiva, las propias instituciones quienes están provocando la violencia contra la convivencia pa provocar sentimientos de agravio comparativo que puede ser utilizado por grupos radicales de extrema derecha con expresiones de violencia xenófoba alimentadora a su vez, como respuesta, de otra violencia tanto o más peligrosa: la de los fundamentalismos de todo tipo, instigadores ambas de enfrentamientos entre las comunidades de inmigrantes y los autóctonos.
Un ministerio de migraciones ( en permanente conexión con otras ámbitos de la Administración) es lo que el PC viene propugnando desde hace tiempo. Un ministerio que desarrolle la necesaria previsibilidad antes aludida para evitar la llegada de inmigrantes sin situación definida, que disponga lo procedente para una acogida digna, que vigile y persiga la explotación y la clandestinidad, y que procure la incorporación en completa igualdad, con protección de derechos pero con exigencia de todas las obligaciones, como unos cuidadanos más, a los que deseen convivir en nuestra sociedad y según la necesidades económico-laborales puedan hacerlo, y sin que tal condición exima o disculpe a quien vulnere nuestro ordenamiento jurídico o agregada con su comportamiento antisocial el normal desarrollo de la comunidad de la que desea formar parte.
No a la xenofobia, no a la explotación, pero sí unos mismos derehos y deberes. No a la discriminación negtiva, pero tampoco a la positiva, tan injustas ambas, e igualmente desestabilizadoras y engendradoras de violencia.