Destruir nuestra lengua; nuestro ser nacional

“Hem guanyat el col.legi peró hem perdut el pati”, frase /diagnostico que cada día gana más adeptos porque en su simplicidad retrata el drama de toda una lengua y, definitiva, de una cultura despreciada y sometida a un casi ininterrumpido plan de aniquilación. Referido tal lamento en un principio al catalán estricto, tras lograrse en democracia y gracias al Estatut d’Autonomia la enseñanza de los idiomas de las varias nacionalidades. Tal grito de desesperanza es igualmente útil para diagnosticar la realidad de todo un idioma en sus varias manifestaciones: además de para la hablada en el Principat, también para el rosellonés, el mallorquí, el ibicenc… i el valencià. Si, también para el valencià, dialecto del catalá estricto, y para los incrédulos recomiendo consultar el Diccionario de la Lengua Española- publicado por la Real Academia- que define a lo hablado desde el siglo XIII por los valencianos como un dialecto del catalán. Una razón esta, que explica y justifica la asistencia de entre otros lletraferits (amantes de la cultura) e intelectuales valencianos a la de Teodor Llorente o al P. Lluis Fullana, referencias ineludibles del valencianismo lingüistico figuras destacadas en el Primer Congrès (1906) de la Llengua Catalana.

En otro tiempo en el que los medios audiovisuales no existían o eran muy limitados, el “valenciano”, pese a su intrínseca corrupción al estar aislado en la ruralidad, permanecía preservado, no contaminado del ridículo desistimiento que afectaba a la burguesía de los mayores núcleos de población, especialmente del “cap i casal” del País, la Valencia ciudad. Era esa clase social tal fielmente retratada por Blasco Ibañez en “Arroz y tartana” que aquejada de provincianismo pretendía -y pretende- evadirse de esa carga identitaria renunciando de forma visible a su pertenencia a un pueblo diferente y con caracteres nacionales de antigua y sobresaliente cultura expresada precisamente en la lengua que los miembros de esa clase social rebajan a la ínfima categoría de la ocasional anécdota casolana, algo que magistralmente quedaba reflejado en una de las ilustraciones del calendari/auca elaborado en los finales del franquismo por el excepcional “Equip Crónica” (a cuya cabeza estaba el genial Manolo Valdés) y que contenía un veraz retrato de la burguesía mediante 12 ilustraciones y sus correspondientes comentarios en uno de los cuales aparecía el protagonista miembro de la clase burguesa (“es fa seriós i sensat perque diu qu’es advocat – obté la licenciatura amb una vasta incultura” se dice de él) y ya maduro cuando se le homenajea y es, aprovechando tal ocasión, cuando se retrata el ridículo, por su ocasional y vergonzante uso del “valenciano”: “al ferli fill predilecte, ploriqueja en dialecte”. Es esa acomplejada burguesía urbana el mayor lastre y, en definitiva, el gran enemigo de la valencianidad en su expresión más rotunda, la lengua, el idioma que marcó y definió con caracteres propios los mejores siglos de la cultura valenciana propia que justificaría su destacado lugar en la excepcional cultura mediterránea de la Baja Edad Media.

Es esa cultura, los restos que aún permanecen y que unas esforzadas minorías luchan por hacerla sobrevivir, la que se pretende destruir mediante el método más cruel: haciendo inútil su supervivencia, minorizando y borrando en definitiva su máxima expresión de nacionalidad cultural, el idioma. Una supervivencia que incluso (y ello ya es suficientemente dramático) con su enseñanza obligatoria, no puede estar asegurada. Al inicio de este escrito mencionábamos la sentencia más acertada respecto a su muy difícil situación actual: la obligatoria enseñanza “del” y “en” el idioma del país no es bastante ni garantiza su supervivencia: puede ser obligatorio su estudio en las escuelas pero ya al salir al patio, al convivir con alumnos procedentes de otros lugares y países en esta realidad multinacional y étnica lo que se habla es el castellano, unos niños, unos jóvenes que aprenden un nuevo idioma, el oficial y mayoritario del país que los acoge también lo utilizan para la sociabilidad en lo cotidiano y lo cotidiano es el de los compañeros de colegio, luego la lengua que en definitiva permanece es el castellano, de ahí el acertado diagnóstico con el que se ha iniciado este escrito.  Y es también con igual intencionalidad de asimilación destructiva por lo que la reacción totalitaria unificadora nada más llegar al poder en Valencia ha anunciado la no obligatoriedad de la asignatura del valenciano, ¿a quién puede interesar o atraer sobrecargar los estudios con algo no ya innecesario sino negativo calificable de pérdida de tiempo? Un idioma que, si acaso quedará reducido a unas cuantas frases mal aprendidas y peor pronunciados en folklorismos festeros. Ejemplo de lo anterior es el nuevo President de la Generalitat que no sabe, ni le interesa el “valenciano”: en su intervención en Les Corts solo utilizó el castellano salvo tres párrafos que hubo de leer.

Pero tal política antivalenciana no es nueva. El ayuntamiento de Valencia “cap i casal” dispone desde el inicio de los libros de actas de sus reuniones y gobierno, actas escritas desde inmemorial en la lengua del País, pues bien, tras la batalla de Almansa en 1707 con la victoria del primer borbón, en tal libro aparecen unos folios en blanco y seguidamente una nueva acta, pero ya en castellano. Difícilmente puede encontrarse en la historia de una nacionalidad testimonio tan dramático y terminante de su nueva realidad como pueblo entre los pueblos.

Al inicio hemos transcrito el más doloroso, aunque acertado dictamen sobre la situación real del idioma nacional de los valencianos (también de los catalanes estrictos y de los balearics). Efectivamente, en el periodo que ha concluido el pasado 28 de mayo, se restauró la enseñanza del idioma en las escuelas. Pero ello no era suficiente. Los escolares a los que se les exigía un tiempo lectivo en la lengua de su país quedaban liberados de tal enseñanza y práctica al salir del aula y, además la realidad a la que volvían no era nada propicia para seguir utilizando dicha lengua; con un cada vez más importante número de compañeros de otras procedencias a los que lo único que les puede interesar es conocer y hablar la lengua mayoritaria del estado y así el “valenciano” queda obviado, un idioma al que previamente se había arrinconado y despreciado y que los nuevos “valencianos” obvian por innecesario, inútil, y hasta contrario a sus intereses y necesaria ubicación en la sociedad a la que quieren incorporarse. De ahí la terrible verdad del diagnóstico con el que se ha iniciado este escrito: “hem perdut el pati”.

Tan terrible realidad es conocida por el centralismo aniquilador y es por ello que la primera medida anunciada por el nuevo President de la Generalitat ha sido dirigida a derogar la obligatoriedad de la enseñanza en “valenciano”. ¿Quién querrá, a partir de ahora, que sus hijos pierdan el tiempo en algo innecesario por inútil que, además, sobrecarga las tareas diarias, lectivas, de los alumnos? Tal medida, su puesta en práctica, que nos retrotrae a los tiempos del centralismo aniquilador, ha sido exigida por el partido totalitario que de hecho va a gobernar junto con el derechista e igualmente centralista PP el territorio que con desprecio es calificado constitucionalmente como “comunidad”. El encargado de dicha tarea ha sido – ¿con intencionalidad despreciativa y degradante? – un antiguo torero miembro del partido totalitario al que se ha hecho referencia.

Pero todo cuadra en el diseñado y nuevamente resucitado plan contra cualquier lengua distinta a la oficial (actuar contra el alma y la esencia cultural de un pueblo es sin duda un efectivo medio de aniquilar a dicho pueblo, a tal nación), una estrategia iniciada con el primer borbón y así ya en 1715, y sin solución de continuidad desde entonces, se establecía: “Que en la escuela no se permitan libros en lengua catalana, escribir o hablar en ella dentro de las escuelas y que la doctrina cristiana sea y la aprendan en castellano”. Represión que también se extendería a otras lenguas, como el euskera lo que haría necesario que Carlos VII en el transcurso de la guerra 1872-76 ordenase que en las escuelas se utilizase tal idioma.

El Carlismo ha sido el único partido a nivel estatal que se ha posicionado decididamente a favor de las varias lenguas nacionales del estado. Así el diputado por Valencia Polo y Peyrolón en 1896 pronunciaba en el Congreso de los Diputados un encendido alegato en defensa de las lenguas no oficiales y en reclamación de su enseñanza “en cada uno de los idiomas del estado”. O también Vázquez de Mella, en 1918, cuando aún militaba en el partido, proclamaría: “Yo afirmo el libre uso de la lengua para todo cuanto quieran y para todo cuando deseen y necesiten los que la hablan en una región”. Una actitud de beligerancia positiva que se manifestaría tanto en la bibliografía del partido como en sus publicaciones periódicas (respecto a las valencianas hasta Fuster destacaba tanto la de miles de ejemplares, como la dura represión estatal contra sus directores y responsables).

Hoy la represión, la clara intencionalidad destructora de dirigentes totalitarios antivalencianos se ha vuelto a reavivar, y el Carlismo, el Partido Carlista en general y el Partit Carlista del País Valencià en particular, comparece ante la opinión pública y denuncia este nuevo intento de aniquilación del máximo signo de identidad de todo un pueblo, de una entera nacionalidad, la del País Valencià.   Evarist Olcina

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Un comentario en «Destruir nuestra lengua; nuestro ser nacional»

  1. Totalment d’acord, Evarist!!

    Però pensem que la intelligentsia progressista també hi té una greu responsabilitat: no ha sabut bastir una alternativa raonada al relativisme imperant i ha acabat convençuda que identitat = essencialisme. El crit «parlem valencià!» no fóra políticament correcte , perquè invadiria la llibertat personal… I, si rebutjàvem la idea de «pàtria (nació valenciana), com podríem defendre-la?!

    Guarde l’empremta del teu llibre (3 i 4) a la meua imaginació. T’ho agraïsc. Sempre avant!

    August, prevere, membre de l’O.L.P.

    (Pots fer servir la meua adreça-e, si et plau).

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