Comunicado del PCV

El idioma de un país es su alma, la clara y diaria manifestación de la personalidad reafirmadora de su individualidad histórica y política. Su empleo normalizado es la confirmación permanente que lo sustenta y que justifica la realidad de ser un pueblo entre los pueblos. No se extrañe, por ello que el arrinconamiento idiomático, hasta su extinción, haya sido siempre el objetivo prioritario, y ahora nuevamente oficializado, de todos los gobiernos del Estado. Minorizar su mayor y distinguible signo de identidad para así mejor absorber el territorio al que pertenece.

Hoy nos encontramos, en el País Valencià, en el momento seguramente ya definitivo, para la permanencia y continuidad de tal médula sustentadora de la valencianía diferenciadora mediante la eliminación del signo confirmatorio de la personalidad e independencia de nuestro país: la “lengua”, estrategia que siempre ha sido el método mas eficaz y directo para alcanzar su total sometimiento mediante la completa despersonalización. Ya la denominación impuesta – “comunidad” valenciana- es en sí el signo clarificador del fin buscado. “Comunidad”, calificativo minorizador para un territorio que desde su constitución como “reino” ha confirmado su soberanía ratificada siglo tras siglo hasta que por el primer borbón fue destruida. Pero la realidad vivida como pueblo entre los pueblos mediante su principal signo diferenciador, la lengua, se mantenía. Hoy es distinto, los medios audiovisuales convierten casi en una rareza el empleo de un idioma prácticamente aplastado por el oficial del Estado, y casi constituye un romanticismo la fidelidad cotidiana a un idioma “regional”, situación aún más agravada por el continuado flujo de inmigrantes (siempre bien recibidos), especialmente latinos, que se encuentran amparados por el normal uso de un idioma común, el oficial y aplastantemente mayoritario castellano.

Jamás, hay que insistir en ello, el “valenciano” se ha encontrado en una situación tan difícil respecto a su subsistencia, agravada hoy por la política centralista de los partidos -los derechistas, sin excepción, y los “izquierdistas” en su mayoría que mediante sus políticas descaradamente destructivas, los primeros, y de propuestas transicionales los segundos obtienen iguales resultados. El plan educacional que los herederos ideológicos del centralismo franquista, con sus cuotas de enseñanza meramente testimonial del “valenciano”, y que pretenden someter a la voluntad popular son tan eficaces como lo era la obligatoriedad del griego en el bachillerato de los años 50 del siglo pasado, plan de estudios muy similar al ahora propuesto por la “izquierda socialista”: puro paripé. Pérdida de tiempo, en definitiva, al carecer de repercusión y efectividad alguna en la vida cotidiana. Hace años en Catalunya se resumió la situación respecto a la enseñanza del català en las escuelas y la realidad inmigratoria con certera reflexión: “Hem guanyat les aules, però hem perdut el pati”. El “patí”, evidentemente, es la vida normal y cotidiana y la realidad del futuro que ello implica.

¿Todo perdido? En cualquier caso hay que seguir elevando el tono de protesta contra la proyecto neofranquista de PP/VOX que tan descaradamente se quiere imponer mediante el método de cuotas lectivas, minorizadas y residuales para el “valenciano”, y así hay que expresarlo de forma constante y visible en cuantas manifestaciones se convoquen. Nadie como los carlistas han sido tan partidarios activos de los derechos políticos y culturales de los varios pueblos y naciones que constituyen el estado confederal que proponemos. Labor difícil, pero en cualquier caso necesaria e ineludible.

Vila-real, 21 febrer 2025

Secretariat de Premsa

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